Cuando escuchamos una canción muy pegadiza, pasamos con ella por cinco fases habituales. Dependiendo de lo pegadiza que sea la canción, y de su mayor o menor popularidad, el tiempo en que transcurren estas fases puede variar, pero su contenido suele ser siempre el mismo. Las cinco fases son las siguientes:
1. Fascinación. Esto ocurre en el mismo momento de escuchar la canción. Descubrimos que no podemos dejar de prestar atención a su estribillo, y en cuanto acaba nos damos cuenta de que nuestro cerebro sigue fijado en ella, como ocurre con las luces brillantes en la retina.
2. Repetición y adoración. Casi inmediatamente sentimos una terrible compulsión por volver a escucharla. Nos guste o no, tarde o temprano nos rendiremos a ella. Eso es lo odioso de esta fase. Tanto si la canción te gusta o te parece divertida, como si la detestas, no podrás evitar sentir el deseo (manifiesto o latente) de volver a oírla. Ante su sonido tus defensas se debilitarán, como si estuvieras ante la persona de la que estás enamorado. Te volverás tonto/a, y no podrás dejar de seguir el ritmo de la canción, canturrearla, silbarla, o todo a la vez (¿canturrear y silbar a la vez? Si la canción es suficientemente pegadiza, todo es posible).
3. Propagación. Esta es la fase en que, como un virus, la canción pegadiza se contagia a todos tus amigos y conocidos. Si te gusta, no podrás dejar de querer compatirla. Si la odias, no podrás dejar de querer compartir tu odio. Sea como sea, los que te rodean no estarán seguros durante esta fase. Un aislamiento provisional puede ser recomendable.
4. Cansancio. De una forma parecida a la gripe, este virus termina por morir él solo, sin más tratamiento que las defensas naturales (bueno, puede que también te haga falta algo de reposo). Llega un punto en que ya no quieres canturrear el estribillo, ni sientes esas ganas de volver a escucharlo. Es más, la tendencia comienza a revertirse. Estás mejorando.
5. Tendencias suicidas. Si la canción fue especialmente contagiosa en el momento de propagación, esta última fase puede adquirir una gran intensidad. Aquí llega el punto en que no sólo se habrá difuminado ese deseo de volver a escuchar el estribillo, sino que de hecho surge un gran deseo de NO escucharlo, bajo ningún concepto. Como suele ocurrir en los procesos de desintoxicación, la exposición del paciente a la toxina puede proporcionarle un gran dolor. Si no puede evitarse la escucha de la canción, recomendamos mantener alejados todos los elementos punzantes o cortantes. Incluso puede ser bueno que el sujeto tenga las manos atadas, para evitar que se sienta impelido a arrancarse las orejas (sujetos especialmente flexibles pueden intentar hacerlo a mordiscos, dependiendo del grado de exposición a la canción).
sábado, 19 de julio de 2008
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